El aparato digestivo en crecimiento de tu bebé.
Desde el desarrollo del tracto digestivo hasta el papel clave que desempeña la lactancia para el fortalecimiento del sistema inmunológico, el aparato digestivo de tu bebé podría determinar su salud en general.
El sistema digestivo de tu bebé empieza a funcionar por si solo en el momento en que nace. Sin embargo, el tracto gastrointestinal del bebé aún está en desarrollo y necesitará grasas, proteínas, carbohidratos, hormonas, vitaminas y minerales esenciales para poder crecer durante los primeros seis meses hasta el año.
El estómago de tu bebé tiene aproximadamente el tamaño de una canica al nacer y después de algunos días, crecerá y tendrá casi el tamaño de una pelota de ping-pong, con una capacidad de entre 1.5 onzas y 2 onzas. Hasta que tenga unos 4 meses de edad, el estómago de tu bebé solo puede retener pequeñas cantidades de leche por cada toma. Este es uno de los principales motivos por los que debes alimentarlo con tanta frecuencia al principio, hasta 10 veces por día.
Puesto que su esófago aún está en desarrollo (de hecho, la abertura en el estómago aún no se cierra completamente), podría regurgitar durante las sesiones de alimentación o después. No es doloroso, y es posible que el bebé ni siquiera se dé cuenta. Si tu bebé está sano y aumenta de peso, es simplemente parte del proceso de desarrollo. Sin embargo, si regurgita más de una cucharada por vez (o si la regurgitación se asocia con síntomas respiratorios como asfixia, tos o sibilancia), pregúntale a un profesional del cuidado de la salud si hay motivos para preocuparse.
El sistema inmune de tu bebé no se desarrolla por completo hasta los 4 o 5 años de edad. Lactar a tu bebé durante tanto tiempo como sea posible, especialmente durante los primeros 12 meses, puede ayudar a prevenir infecciones y enfermedades a medida que madura el sistema inmune. Este proceso puede ser ayudado con una apropiada nutrición lo que ayudará a desarrollar los anticuerpos y las bacterias benéficas que el sistema inmunológico requiere para proteger a tu bebé contra infecciones, hongos y parásitos en los primeros seis meses de vida. Esta protección adicional, junto con las vacunas, permite que el sistema inmunológico del bebé se “ponga al día” y empiece a producir sus propios anticuerpos.